A la Madre Gracia Vinuesa.- 11 de febrero de 1878
Es esta la primera carta que aparece dirigida a Madre Gracia Vinuesa. Es de agradecer la aportación tan rica y personal que hace esta Madre al epistolario de Madre Soledad, así como el cuidado en haber guardado tan valioso material.
Basta leer cualquiera de estas cartas para percatarse de la gran estima que se profesaban mutuamente y de la confianza que reinaba entre ambas.
Era la Madre Soledad fidelísima en su amor y obediencia a la iglesia y al Vicario de Cristo en la tierra como se puede apreciar en el detalle de la posdata de la presente, en cuyas líneas se refleja la profunda veneración que profesaba hacia la persona de Su Santidad Pío IX y el sentimiento que le embarga al tratar de la muerte del que define como: “el más sufrido y caritativo, prudente y santo del siglo”, sintetizando la reconocida grandeza de este Papa: prisionero del Vaticano, que convocó el Vaticano I, proclamó la infalibilidad pontificia y definió el dogma de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen.
Fue Pío IX quien otorgó la Aprobación Pontificia del Instituto con fecha 11 de julio de 1876.
J. H. S
Madre Gracia Vinuesa,
Superiora de Valencia
11 de febrero de 1878
Sor Gracia:
Recibí la de usted y enterada de ella vemos que la partida de esa joven puede pasar, puesto que ponen los padres la nombran a ella legítima, que es lo que más falta hace para salvar la responsabilidad de los documentos que se han de conservar en nuestros archivos, en donde deben constar con toda claridad, la procedencia y demás pormenores de cada miembro de la Congregación, por lo que usted puede admitirla si no hay otro inconveniente.
Con respecto a la otra pretendienta recomendada y ponderada por don José Clavero, me alegraría se verificase su entrada, pues ese señor yo creo comprenderá el espíritu y vocación que deben tener nuestras pretendientas. Ese señor es muy bueno y fervoroso, déle usted expresiones mías.
Al fin se realizó el día 2 la instalación de las Hermanas en el Hospital Homeopático. Son cuatro Hermanas ahora, por no poder mandar las cinco hasta que cesen un poco los pedidos, estoy abrumada de ellos y tengo que esconderme de los compromisos que sin cesar vienen.
Creo sería conveniente escribiera usted al señor marqués de Núñez, dándole la enhorabuena por tener ya el gusto de ver en su hospital enfermos. Pienso otra cosa, que lo suspenda usted hasta que le escriba un poco largo de los pormenores y demás cosas de allí, que todo está muy bien. Hoy no tengo tiempo.
El negocio que le decía y que usted desea saber, no es para escrito por ahora, conténtese sólo con encomendarlo al Señor.
Me alegro siga la obra de la casa y que se animen las Hermanas a salir para la póstula y las otras ensayen la misa y un solemne Te Deum.
La joven que trajo don Julián está en Santander a pasar el tiempo de Postulante, me parece buena chica y vino contenta y animada con otra de Toledo y de cerca del pueblo de ustedes que teníamos ya admitida, sobrina de un señor de los Escolapios, lego, y dio la casualidad de conocerse y ponerse de acuerdo para venir juntas todas. También es buena chica. Cada vez tenemos más necesidad de personal.
Todas las postulantes, incluso Isabel Rivera, tengo asistiendo, pues los pedidos se conforman con ellas. Sólo los suscriptores atendemos.
Le extrañará a usted el papel de luto que en memoria de nuestro santísimo Padre el Papa Pío IX lo dedico para comunidad en la primera carta.
Reciban expresiones de todas extensivas a esas y las consabidas, sin olvidarse del Padre Juan y su señor padre, y ustedes del Padre y de ésta que las abraza en Jesús y María, su afectísima Madre.
Soledad Torres
R. I. P.
¡Pío IX ha muerto! ¡Viva Pío IX!
Mis carísimas hijas en el Señor:
En este momento las contemplo a todas profundamente afectadas desde que supimos la desconsoladora noticia del más sufrido y caritativo, prudente y santo del siglo. Noticia que, como un relámpago, habrá corrido por todo el mundo diciendo: El Santo Padre ha muerto. Y nosotras diremos: El Santo Padre vive y mirará por sus hijas desde el trono de gloria que el Santo de los Santos le tendría preparado en recompensa de su bello y sano corazón, por su constancia en el sufrimiento, sosteniendo como una fuerte roca los golpes de sus enemigos.
Supongo tendrán presentes los sufragios que el reglamento nos manda en este caso.
No puedo más. Su afectísima Madre,
Soledad Torres