Al Señor Cardenal Arzobispo.-Madrid, octubre 1865
Son frecuentes en este tiempo los brotes de cólera en España. Revisten una fuerza alarmante los que tienen lugar en 1865 y 1885. Las Siervas de María hacen derroches de caridad por cubrir todas las peticiones de asistencia que reciben. Acuden solícitas a los conventos de clausura donde las monjas son víctimas del implacable cólera morbo. En uno de los monasterios son tan admiradas que no aciertan las religiosas a prescindir de las Siervas y hay un marcado empeño con que permanezcan para siempre entre las monjas.
La Madre Soledad y el Padre Ángel manifiestan con esta carta al Cardenal de Toledo el desconcierto y la desconfianza que esta situación ha creado.
Son líneas cargadas de realismo, energía, respeto al Prelado y amor sin reservas a la Congregación por cuyo futuro velan y se desvelan tanto Madre Soledad como al Padre Ángel Barra.
Al señor Cardenal-Arzobispo de Toledo
Octubre de 1865
Eminentísimo señor: A primera vista eminentísimo señor, parece ser un acto de gratitud a quien ha prestado sus servicios; pero en realidad, ¿Quién no conoce que es una ingratitud para la Comunidad, que se ha esmerado en servirlas, en medio de sus mayores apuros, y que en pago le quitan dos miembros de los más útiles? Las religiosas y los que hayan intervenido en este negocio no han debido reflexionar bien los perjuicios que ocasionan a esta Comunidad; deben obrar de buena fe; pero los que suscriben conocen muy bien lo transcendental que es esto para la Congregación; con este hecho unos espíritus se abaten, otros se alarman y en todos queda un profundo sentimiento; de suerte que ahora que, gracias a Dios, se encuentra esta Comunidad y toda la Congregación en el mejor orden, y animadas todas las Hermanas con los mejores sentimientos de caridad, como lo prueba la epidemia reinante, nos exponemos a que, luego que se sepa este comportamiento, decaigan los ánimos y retrasemos mucho del terreno a que habíamos avanzado.
¿Con qué confianza, eminentísimo señor, mandaremos Hermanas a otro convento, si deja pasar el hecho que nos ocupa? ¿No nos exponemos a que se disuelva la Congregación si las Religiosas que pidieran nuestro auxilio se fueran quedando para sí con las hermanas que les mandáramos para favorecerlas? Porque, eminentísimo señor, o esta Congregación es tenida en algo o en nada: si esto último disolverla, y si lo primero, protegerla para que sea lo que debe ser.
Madre Soledad
Fr. Ángel Barra