El pasado día 1 de octubre del presente año 2014, dio comienzo en Roma el XXV Capítulo General del Instituto de las Siervas de María Ministras de los Enfermos. Comenzamos la celebración capitular con ánimo generoso y decidido a remar mar adentro llevando como Estrella de la Evangelización a la Virgen Salud de los Enfermos y como timón a Santa María Soledad Torres Acosta, nuestra Madre Fundadora.
Intentamos situarnos como discípulas de Jesús, animadas por su Espíritu, desde los inicios de nuestra Fundación, para transmitir lo que el Espíritu dice a través de instrumentos humanos. Con la certeza de que es el Espíritu quien sostiene la Congregación.
El temario básico de nuestra reflexión ha sido: “Anuncio y vivencia carismática” a la luz de nuestras Constituciones, de la Exhortación Evangelii Gaudium del Papa Francisco y de la carta “Alegraos” (CIVCSVA) y de afrontar los retos del próximo sexenio: Revitalizar el sentido de identidad en fidelidad creativa al carisma, para ser anuncio en el mundo del dolor en todas sus periferias; potenciar la formación en todas sus etapas y fomentar una cultura vocacional, presentando con alegría, la belleza del seguimiento de Jesús.
El día 27 de octubre tuvo lugar la elección de la Superiora General, siendo reelegida para un segundo mandato la Madre Alfonsa Bellido Alós, de Zaragoza. Al día siguiente se efectuó la elección de las Consejeras Generales: Madre Lucrecia Pichardo Rodríguez, Vicaria, de República Dominicana; Madre Francisca Panchuelo Labrador, Consejera-Secretaria, de Salamanca; Madre Julia Castillo Ibáñez, de La Rioja; Madre Irene Cerezo Salazar, Consejera-Ecónoma, de Bolivia; Madre Isabel Miñano Zudaire, Navarra y Madre Inés Cáceres Soria, Bolivia.
El Capítulo finalizó el día 30 de octubre con una Eucaristía de acción de gracias, presidida por su Excia. Mons. José Rodríguez Carballo, Secretario de la Congregación de religiosos que como colofón final del Capítulo, puso el énfasis en tres palabras –claves- para hacer vida los retos capitulares para el próximo sexenio.
1ª Ser mujeres de fe, especificando las tres dimensiones:
(De la mente) es decir la espiritual: acoger las verdades de la Iglesia. Es una fe muy primaria.
(Del corazón) que hace referencia al corazón, que es la fe del que sabe decir, Señor confío en ti, me entrego a ti, me abandono en ti.
(De las manos) que hace referencia a la práctica. Como dice el refrán: “Dime con quién andas y te diré quién eres.
Aceptar al otro con sus dones y limitaciones
Subrayar lo positivo de cada uno, agudizando los ojos y oídos para descubrir lo bueno, lo positivo del hermano.
Dar gracias. Los hermanos son un don de Dios, dar gracias por ello.
No hay que confundir entre ser mujeres religiosas y mujeres de fe. Se puede tener una gran mente, pero el corazón vacío. Ser mujeres de fe, hace que nos dejemos llevar de la fe en nuestros discernimientos, teniendo la fe como criterio primordial, primero y último
2ª Anunciar la hermosa vida fraterna de Comunidad
Podemos vivir bajo un mismo techo y hacer las mismas cosas, pero así solo se vive en comunidad no en fraternidad. Para vivir la fraternidad, se necesita ser escuelas de comunión:
La Comunidad fraterna se construye desde la fe, como un compromiso. No somos constructores de fraternidad si no somos humanas, es necesario tener esos elementos humanos básicos, como los que dice el Papa Francisco: saber decir gracias, perdón y por favor.
3ª Ser mujeres de esperanza
De esa esperanza que nace de la fe, esperanza porque sabe que, para Dios nada es imposible. Es necesario echar fuera las lamentaciones: falta de vocaciones, muchas mayores, cierre de casas. Lo esencial e importante es que vivamos con gozo. No lloremos el pasado como María Magdalena sino como Abraham, que todo lo esperaba porque “Dios está conmigo”.
Como María, seamos mujeres de esperanza, viviendo con gozo nuestro carisma en el seguimiento de Cristo. Que sepamos sembrar alegría aunque sangre el corazón, contemplar el rostro gozoso de Jesús y que como María vayamos deprisa para anunciar a Cristo cantando el Magníficat.